De pequeño, en nuestra casa de Puerta Tierra (Cádiz), al ser de día me ponía a cantar a gritos canciones de grupos yeyé, con las que despertaba a mi hermana y a todo el vecindario. Después de flipar con el Made in Japan y Yes, me marché a ver el último concierto de Led Zeppelin en el festival de Knebworth. Quisimos ser mods, aunque en realidad recordábamos a los primos cavernícolas de los Ramones. Hice una última canción, “Tú, que no grabarás un disco”, y me dediqué a estudiar,
Pasaron muchos años hasta que empezamos a tocar en garitos, y en estas, conocí a Agustin (Stock de Coque), mi alter ego. Él me presentó a David Hyam, y -para bien o para mal- me animaron a volver, así que con algún retraso, que veinte años no son nada, este es por fin mi primer disco de canciones.
Algún extravagante dijo que el éxito siempre es prematuro aunque, a estas alturas, ¿a quién le importa el éxito? Todos estos años de retiro han ahorrado a mis amigos un montón de canciones primerizas, bisoñas, iniciáticas, que habrían causado vergüenza ajena a los más sensibles.
Hoy vengo con algo que contar, con historias vividas, o a ratos soñadas, con ganas de sentarme en el lado bueno de nuestra vida y de jugar juntos, a compartirlo, a hacer magia con esas ilusiones que aún llevamos en el bolsillo