En estos días me he dedicado a leer la estupenda historia de Patty Smith “Éramos unos niños”, en la que cuenta sus inicios y su vida con el famoso y polémico fotógrafo Robert Mapplethorpe, desde el verano de la revolución psicodélica del 67, hasta su muerte de sida en el 89. Con veinte años, después de dar en adopción al hijo que iba a tener a un matrimonio culto que le buscó una profesora de su facultad de enseñanza, decidió marchar a New York a ser artista. Solo llevaba un uniforme de camarera que le dió su madre y que dejó abandonado el primer día en unos aseos públicos, junto a su aventura de camarera que terminó justamente sólo tres horas después de iniciada. En seguida, conocerá a Robert y van a ser casi inseparables durante muchos años, (“tu eres mi familia” le dice él, o también, ya en el 79 cuando ella se va a Detroit, “¿cómo te vas a ir de New York si le he dicho a mi madre que estamos casados? No le puedo decir que nos vamos a divorciar, porque es católica!”).
La verdad es que no se podían divorciar porque tampoco se habían casado. Eso si, cumplieron su promesa, hecha en un momento de agonía, de no dejarse solos hasta que estuvieran preparados para vivir cada uno por su lado. Lo que hicieron ya a finales de 1972, cuando salieron del mitico hotel Chelsea, aunque para vivir no muy lejos uno del otro.
El titulo del libro se refiere a una tarde de ese verano del amor del 67, en la que han ido a Washington Square y una mujer madura le pide a su marido que les haga una foto porque “deben ser artistas”, a lo que el marido responde “venga ya, sólo son unos niños!”.
Se repite a lo largo del libro la ilusión por crear algo nuevo, que va tomando forma a medida que se desarrolla la historia, sin que ninguno tuviera claro en los primeros años el camino a seguir, que por fin terminaría siendo la fotografía y la música.
En las primeras páginas se insiste en que no tenían nada pero eran libres, y también en que solo tenían unos pocos discos y no podían comprar más o ir a conciertos, pero se tenían a los dos, mientras exprimían esos discos que amaban.
Al final Patty declara su amor y reconoce que le echa de menos y lo que es más, dice “nos echo de menos”. Se echa de menos a ella misma con él. Es algo como que, desde que ya no estás, tampoco me encuentro yo.
El libro al fin nos retrata los artistas, la música, la poesía y la ilusión de esos setenta, la emoción de Janis o de Hendrix y tantos sueños. Hace ya tantos años que me compre el primer y, posiblemente, mejor disco, de Patty, Horses! Luego tuvo un éxito masivo con Bruce, Because the night, que también se recuerda en el disco. Una historia sencilla como las mejores.