Aunque mi madre nunca se ponía mala, llevaba unos día sin salir por una gripe. Mi amigo Juanjo, que vivía unos pisos más arriba, tenía una enorme colección de películas de vídeo y mi madre nos pidió algunas para verlas mientras estaba en casa. En la selección incluímos algunas de nuestras favoritas, como la trilogía de Mad Max, y, desde luego, el Cielo sobre Berlín, que nosotros repetíamos cada poco tiempo. Mi madre, para mi sorpresa, no mostró el menor entusiasmo, ni interés, en nuestra selección.

Esta noche, me planto a disfrutar de la nueva película de Mad Max en una pantalla gigante. Aparatosa y espectacular, con un buen vino. Una noche de final primavera, que adelanta un torrido verano. He disfrutado como en la primera, y me he quedado con ganas de tocar la guitarra de doble mástil que echa fuego. Una nueva historia apocalíptica, a toda máquina, que hasta termina bien. Somos como niños.